Disbiosis Intestinal – Testimonio de Vida, Heliana Zapata
En esta ocasión hablaremos sobre Disbiosis Intestinal, nuestra invitada es una persona encantadora y valiente, ella ha sido capaz de luchar y gestionar sus emociones para garantizar su estado de salud mental, físico y emocional.
«Mi vida no ha sido fácil, pero sí he tenido episodios que nadie, en la vida, se imaginaría que aprendería de ellos.
A la edad de los 9 meses, fui abandonada por papá y mamá en casa de la abuela paterna y ella, junto con mis dos tías me dan su amor, ya que nunca a lo largo de esta crianza tan amorosa volví a saber de ello. Pasan los días, los años y a la edad de los 7 años… ¿Qué creen? conozco a mi mamá, Siii, (pensé para mis adentros), vino por mí. Pero… Un momento, no vino de una manera amable, ni cariñosa, vino con engaños hacia mí, con mentiras y la policía, me lleva; de un día para otro, con la misma ropa, sin maletas, sin viajes programados, para el país donde residía, ME SECUESTRA. Aparezco en un país donde su olor y su amanecer eran muy diferentes a lo que yo había vivido por tanto tiempo. Mi mamá me esconde, pero mi papá me busca y pide custodia; en un año y 14 meses que viví allá, me la paso de mano en mano, de casa en casa (porque vivíamos en habitaciones rentadas), y, además, por las ocupaciones y vida social de mi mamá, me mantenía donde me pudieran recibir hasta por 15 días y otra vez sin maletas y sin programaciones. En fin, cuando ella ve que no hizo relación alguna conmigo (porque parecíamos un par de desconocidas conviviendo), puf, sale de la nada un viaje para Colombia, con un primo sacerdote desconocido, pero venga, no es tan malo (pensé), vas para Colombia, donde tu abuela y tías amorosas, porque la verdad, mi mamá se cansó de hacer la pataleta de la separación con mi papá (que ese fue el motivo real por el cual me llevó con ella tan bruscamente) y me devolvió.
Tuve una niñez normal, una adolescencia un poco triste porque no hallaba a dónde pertenecía, pero dentro de todo, digamos que fue normal. Y desde los veinte punta, hasta los 30 años de vida, en donde ya había adquirido cierta independencia, se vinieron los problemas con toda ya que la familia de crianza estaba observando y percibiendo que ya no les pertenecía y tenían mucho miedo y por no saber reaccionar, me atacaban como si yo tuviera la culpa. A la edad de 30 años decido irme a vivir sola (con el dolor de abandonar a mi abuela adorada), abruptamente sí, pero no había otra forma de haberlo negociado. Y pasan 10 años de mi vida, llena de reclamos, de enojos, semana tras semana, días, sobre todo los fines de semana, con el dolor de una abuela de por medio, que me amaba y sufría con tanto reclamo. Me casé con un gran hombre (para mis tías no lo era, porque era el hombre con el cual formaría esa familia que nunca tuve y lo que ellas querían era que formara familia con ellas mismas) lo cual para mí y mi abuela, él era y seguirá siendo la persona que siempre estaba esperando, es quien me hizo y sigue haciéndome pertenecer a algo que no tuve; con él tuve un hijito que amo con el alma, pero mis tías no tuvieron la misma alegría e ilusión por este niño, me hacían más la vida imposible y otra vez tuve que tomar una nueva decisión abrupta en mi vida, separarme de ellas y dejar a mi abuela adorada (los que quedan en medio de las batallas, los más débiles), pero tenía que elegir y desde ese momento vino mi verdadero aprendizaje, la enfermedad, la cual me ha llevado por muchos y diversos caminos, todos maravillosos, así sean duros, pero llenos de enseñanzas y con la compañía de amigos que siempre creyeron en mí y obviamente con mi compañero de vida que ha estado allí, firme en la batalla.
Mi abuela murió, lejos de mí, 4 años sin volver a ver a su nieta y bisnieto, me dolió en el alma, pero a la vez tuve un descanso porque sé que nos volveremos a encontrar, algún día…»